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CAMINO

Caminando, cansado, hambriento, veía las calles vacías, polvorientas, tristes. Era un día sumamente caluroso, gotas de sudor empapaban mi cuerpo y mi alma.

Ni una sola persona cruzó mi camino solitario.

Mis pensamientos se quedaban en el olvido, mi razón carecía de razón y mi esperanza corroían mi alma marchita. ¿Qué sucederá? pensé ¿Moriré en este camino triste y solitario o lograré conseguir ayuda?, ¡la necesitaba con urgencia!

Distraído en mi dolor y en mis pensamientos, me asaltó la ilusión de ver árboles cercanos, ruidos de voces alegres, acompasadas por el inmenso calor.

¡¡¡¡Mi corazón dio un salto!!!! Y con las pocas fuerzas que me quedaban, me apresuré a llegar a este paraíso, en medio del dolor del polvoriento camino.

Al llegar vi caras sonrientes y alegres, me dieron una cálida bienvenida. Me ofrecieron manjares y buena carne. Comí, casi con desesperación, no pregunté absolutamente nada, a la larga no me importaba, quería era saciar mi hambre y mi sed.

De momento, tuve una sensación desagradable, mi corazón comenzó a latir en forma tormentosa y mi mente por un instante se nubló.

Hablaban y no entendía, de pronto el más anciano, me miró fijamente y en voz baja comento: “A pesar de tener hambre, no está tan flaco, quizás podamos conseguir algo de comida, nuestras provisiones casi acaban”.

¡¡¡Miraba de un lado a otro!!!, seguía sin entender, de pronto una certera puñalada en medio de mi corazón, me detuvo la vida y en cuestión de segundos pasé a ser el plato principal, que atraería otros intrusos que correrían la misma suerte que el destino me preparó.

Tierra seca y estéril que convirtió mi vida, en alimento de otros seres hambrientos y secos como mi camino recorrido.

Escrito Original de Gladys M. Lapadula O.

Cuenca 15-10-2022

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